La Palabra de Dios entre nosotros… ¿Cómo vamos desperdiciarla?
“Pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros”. Salmo 119:24
La Palabra de Dios nos llega de muchas maneras. Las predicaciones bíblicas, la lectura, las canciones, los grupos de estudio y los artículos devocionales nos presentan las verdades del Señor contenidas en las Escrituras. Sin embargo, no podemos pasar por alto la lectura y el estudio personal.
Hace poco, mi corazón se conmovió con un estudio minucioso, párrafo por párrafo de Deuteronomio en paralelo con el sermón del monte de Mateo 5–7. Ambos pasajes contienen códigos de fe, como los Diez Mandamientos (Deuteronomio 5:6-21) y las Bienaventuranzas (Mateo 5:3-12). Deuteronomio nos muestra el antiguo pacto: la ley que Dios quería que siguiera su pueblo. En Mateo, Jesús nos muestra cómo vino Él a cumplir esa ley y establecer los principios del nuevo pacto, el cual nos libera del peso de la ley.
El Espíritu Santo y la Biblia
El Espíritu Santo viene con la Palabra de Dios para enseñarnos, darnos poder, instruirnos, convencernos y purificarnos. El resultado es entendimiento, arrepentimiento, renovación y crecimiento en Cristo. El teólogo Philip Jacob Spener escribió: «Cuanto más a gusto estemos con la Palabra de Dios, tendremos más fe y más de sus frutos». Oremos con el salmista: «Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley» (Salmo 119:18), para que podamos poner estas cosas en práctica en nuestra vida.
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Cuando la Palabra de Dios está en nuestro interior, fluye en nosotros la vida de Dios.
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