Cuando el ángel se le aparece en sueño a José, para que reciba a María por esposa, le revela dos cosas, cómo deberían llamar al niño y el motivo de su nacimiento. Con su llegada al mundo se cumplía la promesa dada al pueblo de Israel sobre un Mesías que los salvaría, el Cristo.
Gracias a la tierna misericordia de Dios,
la luz matinal del cielo está a punto de brillar entre nosotros,
para dar luz a los que están en oscuridad y en sombra de muerte,
y para guiarnos al camino de la paz.– Lucas 1:78-79
En estos días previos a la navidad, recordamos estas palabras de Zacarías. Quien, lleno del Espíritu Santo, expresa en estas líneas el evangelio de salvación para la humanidad que le fue revelado. Sin duda, éstas son buenas noticias. Pues nos invitan a reflexionar en que el nacimiento de Jesús es un acontecimiento en el que Dios nuevamente vuelve a expresar su amor y misericordia a los hombres. Demuestra su misericordia, porque estando nosotros en una condición de completa oscuridad, él decide amarnos y enviar a su hijo a la Tierra. Aún sabiendo que un día tendría que morir para llevar nuestros pecados en la cruz. Nosotros no le buscábamos, en nuestra total oscuridad no podíamos verle ni conocerle, éramos completamente ciegos a su voluntad. Pero por su gracia, él se revela a nosotros, decide iluminar nuestras mentes y corazones, sacarnos de la oscuridad y llevarnos a su luz. Jesucristo es la luz matinal que Zacarías profetizó y que nosotros hoy, con su luz brillando en nuestros corazones, recordamos. Algunos años más tarde, Jesús les dijo a los fariseos: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. -Juan 8:12
Seguimos a Jesucristo, quien es nuestra luz de vida.
¿Te animas a conocerle?
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Autor: Pablo Vidal Oyarzún
Imagen: George Hiles en Unsplash