Día 20 Adviento
Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, también Jesús participó de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida. — Hebreos 2:14-15
Jesús se hizo hombre porque era necesaria la muerte de un hombre que fuera más que hombre. En la encarnación, Dios mismo se hizo prisionero para la pena de muerte.
Cristo no corrió ningún riesgo de muerte. Él escogió la muerte. Él la abrazó. Precisamente a eso vino:
«…no para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos» — Marcos 10:45
¡No es de extrañarse que Satanás intentara desviar a Jesús de la crucifixión— en el desierto (Mateo 4:1-11) y en la boca de Pedro (Mateo 16:21-23)! La cruz fue la destrucción de Satanás. ¿Cómo lo destruyó Jesús?
Hebreos 2:14 dice que Satanás tenía “el poder de la muerte”. Eso significa tener la habilidad de hacer de la muerte algo temible. “El poder de la muerte” es el poder que sujeta a los hombres a esclavitud a través del miedo a la muerte. Es el poder para mantener a los hombres en pecado, de manera que esa muerte se presente como algo espantoso.
Sin embargo, Jesús despojó a Satanás de este poder. Lo desarmó. Forjó para nosotros una coraza de justicia que nos hace inmunes a la condenación del diablo. ¿Cómo lo hizo?
Por medio de Su muerte, Jesús borró todos nuestros pecados. Una persona sin pecado no puede ser condenada por Satanás. Al ser perdonados somos, finalmente, indestructibles. El plan de Satanás era destruir el gobierno de Dios al condenar a los seguidores de Dios en la corte judicial de Dios. Pero ahora, en Cristo, no hay condenación. La traición de Satanás es abortada. Su vasta perfidia se ve frustrada. “¡Que muestre su vigor Satán, y su furor! Dañarnos no podrá, pues condenado es ya”.(1) La cruz lo atravesó, y pronto estará dando su último suspiro.
La Navidad es para libertad—libertad del temor de la muerte.
Jesús adoptó nuestra naturaleza en Belén, para sufrir nuestra muerte en Jerusalén—y todo para que podamos habitar hoy sin temor en nuestra ciudad. Así es, sin temor, porque, si la mayor amenaza a nuestro gozo ha desaparecido, ¿por qué habríamos de inquietarnos por amenazas menores? ¿Acaso podríamos decir (¡de verdad!): “Bien, no tengo miedo a la muerte, pero sí a perder mi trabajo”? No. Por supuesto que no. ¡Piénsalo!
Si la muerte (¡dije la muerte!—¡quedarte sin pulso, el cuerpo frío, adiós!) ya no representa un temor, somos libres, verdaderamente libres. Libres para asumir cualquier riesgo bajo el sol por causa de Cristo y por amor. No más esclavitud a la ansiedad.
¡Si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres!
(1) Martín Lutero, “Castillo fuerte”, 1527-1529.
Fuente: Citas Bíblicas Biblia de Las Américas y Reina Valera 1960. | "Buenas nuevas de gran gozo" 25 días de Adviento
por: John Piper