La historia de navidad no comenzó en Belén. Antes hubo alguien casi muerto. Un viejo hombre que confío cuando Dios lo llamó. Viajó con su mujer a una tierra que no conocían dejando la tranquilidad social y económica que estaban alcanzando. Fueron a una tierra la cual sería su herencia, pero salieron sin saber a donde iban. Qué nivel de confianza! Y aunque era su herencia, aquel anciano vivió en esa tierra como extranjero, algunos incluso escribieron que vivió como en tierra ajena.

La promesa de una nueva vida en una nueva tierra era hermosa pero no fácil. Pero quien le había prometido a Abraham es poderoso y su fidelidad es segura. Por eso el escritor de Hebreos 11 dice de Abraham:

«…quien estaba casi muerto en cuanto a tener hijos…» Hebreos 11.12

Pero en el mismo verso termina diciendo:

«…salieron (sus hijos) como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.» — Hebreos 11.12

Para Abraham y Sara no fue fácil confiar, a veces tomaron su propias decisiones, pero

«…esperaban la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios»— Hebreos 11.10

¿Te sientes casi muerto? ¿Te ves a ti mismo como en tierra ajena? ¿Sientes que lo que sucede en tu familia, en tu vida, en tu país no es lo que esperabas? Abraham vivió toda su vida de fe sin siquiera saber de Judá, el rey David, Jerusalén, Belén, los ángeles y los pastores, María y José y del Salvador que es Cristo Jesús. Pero aunque estaba casi muerto si sabía que:

«…serán benditas en ti todas las familias de la tierra.» — Génesis 12.3 

Como seguidores de Jesús esperamos el regreso del rey, y así como Abraham esperamos la ciudad de Dios. Navidad tiene mucho que ver con los muertos que vuelven a la vida, que salimos de la oscuridad confusa y esclavizante del pecado a los colores de la vida, por aquel que es la vida: Nuestro amado Salvador Cristo Jesús. La promesa y Él que promete aún está vigente.